martes, 24 de marzo de 2020

El viaje extraordinario de Seki


El viaje extraordinario de Seki

Capítulo I: Ya no es el mismo

El mundo es bello tal como es. Sentado a la puerta de un “wase”, Seki puede apreciar el paisaje de la aldea. Permítanme explicarles: un “wase” es una choza, que se encuentra suspendida en lo alto de los árboles del bosque, que están conectadas por puentes colgantes a manera de calles y avenidas.
Desde que llegó de aquella aventura en las cavernas, no hace otra cosa que contemplar el paisaje de la aldea desde el mismo lugar. Ya no llaman su atención el pastoreo de las aves, ni los juegos que los demás jóvenes de la aldea hacen todas las tardes después de hacer sus deberes. Seki solo piensa.
Sus padres están preocupados por el extraño comportamiento de Seki. El día de mañana los visitará un anciano sabio para que lo cure, pues aquel objeto extraño que él portaba en su mano el día que lo hallaron, lo tiene hechizado.
Muchos pensamientos pasan por la mente de Seki, que mundo maravilloso debió ser el mundo de los hombres. Y que seres tan maravillosos debieron ser los hombres.
Su madre le alcanza una vasija con sustancia cristalina. Seki coge la vasija, y con sus dedos toca la sustancia cristalina, la examina mientras esta se escurre por sus manos. Antes de beber el primer sorbo Seki se pone de pie y exclama:
-       ¡Agua!
Su madre lo mira con preocupación desde dentro del wase,  su hijo no se encuentra bien, y ya está cayendo la tarde.

Capítulo II: La búsqueda

El mismo día que Seki se adentró en las cavernas. La luz mayor estaba por ocultarse y la hermana de Seki, no ha visto al joven en lo que transcurría la tarde. Jera, así se llama la hermana de Seki, comunica esto a su hermano mayor. Y este lo busca en los corrales de las aves de pastoreo, y también en los wase vecinos. Pregunta a los demás jóvenes, que como todas las tardes, juegan alegremente. De pronto la noticia recorre toda la aldea de Zenn, y en plena noche los vecinos están reunidos en torno al wase donde habita la familia de Seki.
-       ¡Desgracia! – murmura la gente - ¡Un joven se ha perdido!
En el interior del wase la madre y la hermana de Seki están llorando, otras aldeanas las asisten tratando de darles fuerzas, pero ellas son inconsolables.
Darok, es el guerrero más fuerte de la aldea y todos están reunidos y escuchan atentos mientras él dice:
-       ¡Atención pobladores de Zenn! ¡Un joven se ha perdido! ¡Se trata del hijo menor de Zerik, se llama Seki! ¡Nos agruparemos de tres en tres, para buscarlo!.
Lo buscaron por algunos días sorteando los peligros de la superficie. La angustia era total, y no se hablaba otra cosa que el del joven desaparecido.
Hasta que una mañana un grupo de aldeanos lo encontró caminando en la superficie con un objeto entre sus manos. Seki había sido hallado.

Capítulo III: El anciano sabio

Un anciano sabio ha llegado al wase de Seki, se llama Zenit y viene acompañado de un joven pupilo, ambos son recibidos por los padres del joven: Zerik y Mirah. Atienden a los visitantes  como es costumbre, le dan de comer y le cuentan hasta el mínimo detalle de todo lo acontecido. Luego le muestran el objeto extraño que Seki llevaba en la mano el día que lo encontraron.
El anciano tomo el objeto, lo examinó y le pidió a la familia que lo deje a solas con Seki. Y así lo hicieron, incluso el pupilo tuvo que salir del wase. El anciano inicio un ritual, con una oración. Luego alzó las manos sobre la cabeza de Seki. Culminado el ritual el anciano sabio preguntó:
-       ¿Dónde encontraste este extraño objeto, joven Seki?
Pero, Seki no respondió. Por un instante solo silencio. Por su cabeza pasaban muchos pensamientos. El extraño ser de la caverna lo había dejado confundido. Era incierto y hasta aterrador pensar que ese hallazgo trajese desgracias a la aldea, o que aquel conocimiento, hiciese que las gentes de Zenn se corrompieran como aquellos seres maravillosos llamados “hombres”.
-¿Quién te ha dicho que la sustancia cristalina que da la vida se llama agua? – preguntó nuevamente el anciano sabio.
Pero Seki no respondió.

Capitulo IV: Pastoreo de las aves.

Mientras el anciano sabio le hacía preguntas, Seki se adentró en sus recuerdos y fue hacia el día aquel en que salió a pastear a las aves. El pastoreo de aves es una labor necesaria para la subsistencia de la aldea. Es una de las principales fuentes de alimento. Las aves son de plumaje negro, pico largo y no tienen alas.
Seki recordó por un momento aquel instante. Mientras la luz que gobierna los cielos estaba en el centro del cielo, un extraño brillo turbo sus ojos. Provenía del suelo, cerca de un desnivel de rocas.
Es sabido que un aldeano no puede estar mucho tiempo caminando por el suelo, ya que puede ser presa de los cánidos o los félidos, quienes son bestias salvajes y atacan a cualquier individuo desprevenido. Seki bajo al suelo, recogió aquel objeto y subió hacia la seguridad de los árboles, para apreciar aquel objeto, bello en verdad.
Cuando retornó de sus recuerdos. Seki rompió su silencio y preguntó:
-¿Qué son los hombres?- Pero esta vez el anciano sabio se quedó callado.

Capítulo V: Los hombres.

Tras la pregunta de Seki, los ojos del anciano se perdieron y alzó su mirada hacia el techo, en ademán de tratar de recordar algo. Y tras un breve silencio, los dos comenzaron a hablar. En primer lugar el anciano le contó de como las gentes de la aldea de Zenn y de otras aldeas del mundo hacen para conservar sus conocimientos. Ellos dependen de los ancianos sabios que por medio de la palabra conservan el conocimiento antiguo y el conocimiento adquirido. Es por eso que cada anciano sabio cuenta con un pupilo que con el pasar de los años se convertirá en el próximo anciano sabio de la aldea. Así se hace y así se ha transmitido el conocimiento de generación en generación.  En segundo lugar el anciano sabio, le dijo que los seres extraordinarios que habitaron el mundo, se llamaron hombres, y que no hubo seres más extraordinarios que ellos hasta nuestros días. Que eran capaces de dar vida o guardar sus conocimientos mediante artilugios y signos. Por ultimo le dijo que el conocimiento que Seki había adquirido, solo era conocido por unos pocos ancianos sabios, ya que los ancianos tienen miedo de que el conocimiento de los hombres contamine el alma de las gentes de este nuevo mundo. Y concluyó diciendo:
-       Es por eso que pedí a los demás que salieran Seki, no sabemos si este conocimiento nos traerá el bien, o el mal.
Antes de que el anciano se ponga de pie, Seki le preguntó:
-       ¿Cómo puedo conocer más sobre lo que descubrí?
-       Solo podrás conocer más cosas, si el consejo de ancianos sabios lo permite.
Dicho esto, el anciano se retiró del wase, y le dió unos brebajes a la mamá de Seki, para que se lo diera y así se recupere.

Capítulo VI: La caravana.

Habían pasado varios días y todo parecía normal. Seki volvió a sus actividades cotidianas, pero había un problema. Por donde quiera que iba, las gentes le preguntaban sobre los días en que estaba perdido, sobre el objeto extraño y bello y sobre todo, de la conversación con el anciano sabio.
Una noche cuando Seki cenaba, le dijo a su padre que quería presentarse ante el consejo de ancianos sabios, para aclarar ciertas dudas.
Fue así que acordaron realizar un viaje a la aldea de Dann, que duraría siete días con respectivas noches al amparo de la luz que gobierna las noches, pues se encontraba más redonda que nunca.
Acompañarán a Seki, Darok el guerrero más valiente de la aldea, Sefir, el hermano mayor de Seki, el anciano sabio Zenit y su joven pupilo Kaleb.
Todo está listo para la travesía. Se prepararon las provisiones necesarias para el viaje como alimentos, utensilios domésticos, herramientas y armas colocados en canastos adaptados a las aves de pastoreo, que también sirven como bestias de carga.
La oscuridad se va desvaneciendo y mientras la luz mayor se asoma los viajeros inician su viaje. A la puerta del wase están, la madre, la hermana de Seki, y su padre quien posa sus manos sobre el hombro de estas, para reconfortarlas porque el exterior de la aldea tiene peligros y existe el temor de perder a sus dos jóvenes hijos.

 Capítulo VII: Del bosque hacia la quebrada.

El camino hacia la aldea de Dann está pasando el bosque, luego una quebrada y un camino de montaña en ascenso, que es de tiempos muy remotos. La primera noche en que acamparon en la seguridad de un tampu. El anciano sabio, se le acercó a Seki y mirando al cielo le preguntó:
-       ¿Sabes por qué viajamos bajo la luz de luna?
-       Es para iluminarnos, ya que nosotros no podemos ver con facilidad en la oscuridad ¿verdad? – respondió Seki.
-       Es cierto es para iluminarnos – dijo el anciano sabio, asintiendo con la cabeza - ¡Veo que eres muy listo!.
Estuvieron contemplando el cielo por unos instantes, luego el anciano se puso de pie y le dijo estas palabras que dejaron pensando a Seki.
-       Descansa joven que mañana debemos salir muy temprano – luego agregó – Veo que aún guarda algunos secretos joven.
¿A qué se refería cuando dijo que guardaba algunos secretos? Se quedó pensando un momento. Y de pronto recordó ¡la luna!, ¡no pudo ser otra cosa!.  El anciano sabio dijo “la luna” para referirse a la luz serena que gobierna los cielos durante el tiempo de oscuridad. Él supo de la luna gracias al ser de las cavernas. Pero el anciano sabio, ya sabía aquel nombre, además, tampoco se dió cuenta de que Seki podía deducir que el anciano ocultaba conocimientos. Desde ahora tendría más cuidado.
La caravana se distribuía de la siguiente manera por delante iba Darok, El anciano sabio, su pupilo y Seki iban en medio con las aves que transportaban las provisiones y en la retaguardia iba Sefir.
Estaban llegando al final del bosque y tenían que bajar al suelo caminando hacia la quebrada. De pronto oyeron un grito de Sefir.
-       ¡Corran! – decía el joven guerrero, mientras corría hacia ellos -  ¡Corran! – repitió nuevamente.
Y todos empezaron a correr. Era un félido, una bestia salvaje, principal depredador de los bosques. Tenían que cruzar el rio por un puente colgante, Darok retrocedió para ir a ayudar a combatir a la bestia.
Tras un breve momento de feroz combate, la bestia desistió. Y se dio a la retirada, mientras Darok y Sefir lo perseguían ahuyentando con sus gritos al depredador.
Luego de descansar un rato, prosiguieron su camino por la quebrada. Llegando a otro tampu donde pasarían la noche.

Capítulo VIII: No te quiero perder

Un tampu es como un wase, pero cuyo propósito es servir de refugio, fuente de la sustancia cristalina, yerbas y granos para todo aquel viajero que lo necesite. La gente de este tiempo es participativa, por ejemplo todos colaboran en los quehaceres del tampu, como la limpieza, partir la leña, preparar la fogata y los alimentos, dar de comer a las aves y llevarlas a guardar en el corral, junto a unas cabras que vivían allí, preparar las literas, no hay jerarquías ni excepciones todos colaboran porque así han sido educados desde pequeños.
Después de cenar y hacer la limpieza respectiva se sentaron junto a la chimenea que aun ardía. Sefir sacó su “Puku” un instrumento musical parecido a una ocarina o una flauta, y Darok hizo lo mismo, pero él tenía una lira y juntos entonaron una melodía muy triste, que te hacia suspirar,. Es como un largo adiós o una doliente soledad. Kaleb, el pupilo, empezó a recitar viejas historias, entre ellas el origen de los tiempos y acerca de la fundación de la aldea, de la importancia de la hermandad y la reciprocidad entre los seres de este mundo.
Culminada la velada se dispusieron a descansar puesto que tenían que partir de madrugada para llegar hasta un asentamiento de canteros, donde se dispondrían a almorzar, para luego subir por el estrecho camino de la montaña.
Estaban descansando cuando escucharon la voz de Darok, quien hacia guardia.
-       ¡Hay una lucha allí afuera, vamos a ayudar! – Le dijo a Sefir mientras se levantaba de su litera y cogía su lanza.
-       ¡Cierren la entrada y estén atentos, por si hay heridos! –Dijo Sefir dirigiéndose al anciano y a los dos jóvenes.
Seki subió por una escalera sobre el muro del tampu para observar hacia afuera. Efectivamente, eran Darok y Sefir junto a dos sujetos más, que hacían frente a  una manada de cánidos. La lucha era desigual, hasta que el anciano sabio, sacó una especie de flauta. Era un silbato y les dijo:
-       ¡Cúbranse los oídos!
El sonido que se podía percibir aún con sus manos cubriendo sus oídos, desorientó a los cánidos, quienes desistieron y huyeron de aquel lugar.
Cuando hubo pasado aquel incidente los guerreros regresaron al tampu. Eran dos canteros encargados de dejar provisiones para el tampu y dar alimento a las cabras. Kaleb y Seki atendieron a los valientes canteros que hicieron frente a las bestias.  Es sabido que la gente de este mundo no hacen daño a ningún otro ser. Las armas que poseen son con propósitos defensivos, no son para matar. La vida es un don y arrebatarla traería desgracias.
Luego de preparar las cosas y dar de comer a las aves y a las cabras, prosiguieron su camino acompañados de Mako y Harab, los dos canteros.
La luz que gobierna el día, daba mucho calor. Tras una larga caminata. Nuevamente tuvieron que echar a correr. Eran los cánidos que habían seguido su rastro y venían en mayor número.
En plena carrera Seki tropieza con una piedra y cae al suelo, Sefir que venía detrás lo cogió del brazo y lo ayudó a levantarse de prisa, diciendo:
-       ¡Levántate hermanito! ¡No te quiero perder!
Ya estaban cerca del asentamiento y los canteros que eran alrededor de treinta se acercaron a toda carrera haciendo gritos y alzando sus lanzas, para ahuyentar a los cánidos, que al verse en desventaja, huyeron con el rabo entre las piernas.
El susto había pasado, y nuestros viajeros fueron llevados hacia el asentamiento, donde fueron atendidos por los trabajadores.

Capítulo IX: El asentamiento cantero y la manada de cánidos.

El asentamiento de los canteros no es una aldea, sino es un centro minero donde se extraen rocas de las montañas para emplearlas en construcción de edificaciones y caminos y canales de riego. Hasta este asentamiento llegan trabajadores provenientes de la aldea de Dann y la aldea forestal de Kahn. Es muy importante la labor de estos trabajadores para el desarrollo del mundo conocido.
Mako presentó al grupo de viajeros ante el maestro de canteras. Un maestro es un especialista en alguna actividad en particular, hay maestros en agricultura, en ganadería, en medicina, en salar, en armería, en fin en muchas actividades y todos aprenden de otros maestros y ancianos sabios en la aldea de Dann. El maestro de canteras se llama Kori y al enterarse de la oportuna intervención del grupo al apoyar a Mako y Harab, les agradece con un gesto humilde y amable.
Sentados en el salón comedor, tras dar las gracias al Dador de vida por la salud e integridad de todos los trabajadores de la cantera, procedieron a comer. El maestro les contó que una manada de cánidos, estaba acechando las zonas aledañas a la quebrada y la cantera.
-       Estos cánidos han venido  a esta zona en busca de alimento, y ponen en peligro la vida de los trabajadores que están a mi cargo. – Dijo el maestro cantero Kori.
También les contó al grupo, que los canteros están a cargo del cuidado del tampu de la quebrada, es por eso que había enviado a Mako y Harab.
-       Ahora veo que esta empresa es muy peligrosa, así que enviare a más trabajadores para el cuidado del tampu.
El anciano sabio intervino y prometió que una vez que llegaran a la ciudad de Dann, les llevaría su inquietud ante el consejo de ancianos sabios.

Capítulo X: Sefir y Argel

-      ¿Sabes por qué me hice guerrero? – Dijo Sefir, mientras se sentaba junto a Seki.
-      No, ¿Por qué?- Respondió Seki.
-      Te lo contaré Seki – Dijo Sefir.
-      Cuando tenía tu edad, perdimos a un hermano llamado Argel. Él y yo éramos pastores de aves al igual que tú. Solíamos pastar aves. A Argel le gustaba tocar música y a mí, reparar cosas, una noche estábamos sentados divirtiéndonos con lo que más nos gusta hacer, al calor de una buena fogata, sin darnos cuenta que detrás de nosotros se encontraba un félido. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de nosotros, se abalanzó sobre Argel y comenzó a atacarlo, intenté ayudarlo y pedí ayuda, para mi suerte estaba Darok el más fuerte de los guardias, quién se enfrentó a la bestia. Me ayudo, pero Argel estaba gravemente herido y no podía moverse y con sus últimos alientos me pidió que cuidara de nuestra madre.
-       Después de esos acontecimientos – prosiguió Sefir -, le pedí de favor a Darok que me entrenase para ser un guerrero como él. En eso, llega  a mí, la noticia de que nuestra madre estaba embarazada nuevamente, con lo cual me esforcé para ser uno de los mejores junto a Darok, mi maestro, desde entonces, y juré protegerlos a ti, a Jera y a Mamá.
Una vez terminado de hablar Sefir sacó su puku y empezó a tocar una melodía triste, tenía los ojos cerrados y una lágrima se deslizaba por su mejilla.

Capítulo XI: La aldea de Dann

Al amanecer proseguimos nuestro recorrido en ascenso por el camino de la montaña. Nos encontramos con trabajadores de la aldea de Kahn, quienes se dirigían al asentamiento cantero a relevar a algunos de sus compañeros, para que estos puedan volver por unos días con su familia. Una vez llegada al pie de la montaña siguieron por un camino hecho por rocas que tenían un aspecto muy viejo pues estaban bastante desgastadas.
-       Este camino fue hecho por los seres extraordinarios – dijo Zenit el anciano dirigiéndose a Seki y a Kaleb.
-       ¡Tengan cuidado con el desprendimiento de las rocas! – Agrego Darok.
El camino era largo y agotador. Y algo peligroso, Kaleb resbaló al desprenderse una roca que el piso. Pero fue atendido por Darok.
Al llegar al saliente de la montaña, Darok nos dijo:
-       ¡Desde aquí se puede apreciar el bosque donde se encuentra la aldea de Zenn!
Era cierto, ya estábamos a una considerable altura y el paisaje de todo lo que nos rodea era hermoso.
-       ¡Y por allá, en aquel otro bosque esta la aldea de Kahn!
-       ¡Y por donde esta ese valle!- agrego Darok, señalando hacia el frente de nosotros - ¡Se encuentra la aldea agrícola de Fein!
Más tarde, cuando llegamos a una explanada artificial, donde nos dispusimos a comer, nos encontramos con un grupo de cargadores que iban en descenso y llevaban provisiones para el asentamiento minero. Habiendo comido y reposado, proseguimos nuestro camino. Sefir y Darok sacaron sus instrumentos y tocaron una melodía alegre, que hace que el corazón latiese más fuerte.
La luz que gobierna los días estaba por ocultarse cuando llegamos a la cima donde había un portal de piedra, al fondo se podían ver edificaciones y hasta árboles, incluso había sustancia cristalina, pues cruzamos un puente que estaba sobre un canal que llevaba este valioso recurso en descenso.
Una vez que ingresaron a la aldea de Dann fueron saludados por las gentes que allí habitaban. Todos eran amables y hasta frutos les regalaban. Nosotros en respuesta a la amabilidad, les dábamos hojas y flores secas de las yerbas que hay en el bosque que son muy buenas para el bienestar pues curan enfermedades.
Para Seki era todo asombroso, lo que los seres de su tiempo podían hacer, era inimaginable. Llamó su atención la presencia de dos dóciles cánidos. Al principio estas bestias lo asustaron, pero fue calmado por un aldeano ciego quien le dijo:
-       ¡Calma joven extranjero! ¡Estos cánidos son Kim y Kom, y son mansos, pues yo he sido como su padre desde que eran cachorros! ¡No son salvajes como sus parientes, por el contrario a cambio de su cuidado y alimento ellos son mis ojos y mi protección!
-       ¡La maldad mi joven Seki, es solo la ausencia de la bondad y de las buenas enseñanzas! – Dijo el anciano sabio.
Más adelante, estaban las empedradas calles de la ciudad de Dann y la calle principal con sus escaleras y caminos empedrados que conducían al Palacio de la sabiduría y el entendimiento, donde habitan los ancianos sabios y los maestros y los pupilos. Lugar donde también se encuentra el consejo de ancianos sabios. Al entrar al lugar había un gran salón y a los alrededores galerías, se parecía a la gran bóveda de las cavernas.
Cuando llegaron al palacio de la sabiduría y el entendimiento fueron recibidos por Enor, un maestro e integrante del consejo, quien muy amablemente saludo a cada uno de los integrantes del grupo. Luego les dijo:
-       El sabio Zenit entrará conmigo al consejo, ustedes deberán esperar aquí, el tiempo que sea necesario. Isaí los acompañara y atenderá durante el tiempo de espera.
Dicho esto los dos sabios se adentraron en el salón del consejo. ´Luego una voz detrás de ellos interrumpió el momento de silencio.
-       Soy Isaí, haremos un recorrido por los alrededores del palacio, luego harán la merienda en el salón comedor, y retornaremos aquí para el momento en el que el joven Seki se presente ante el consejo.
Isaí los condujo a una de las galerías el cual era un salón biblioteca, y sentados alrededor de una enorme mesa pupilos y maestros reproduciendo con tinta signos sobre unas láminas delgadas como hojas. El durmiente de la caverna había llamado a esta actividad “escritura”. Seki pregunto a Isaí:
-       ¿Ustedes entienden estos signos?
-       En realidad ¡no! – respondió Isaí – Sabemos que estos signos guardan la sabiduría de tiempos remotos, pero aún no hemos podido interpretarlos – agregó - Es por eso que los reproducimos para preservarlos esperando que algún día sea revelado.
Prosiguieron su recorrido por otros ambientes del palacio. Todos aquellos salones eran interesantes. Pero hubo uno de los salones que llamó su atención. Podía apreciarse toda clase de mecanismos y cosas, solo algunos eran conocidos como los cristales que brindaban luz.
-       Este es el salón de los artilugios – exclamó Isaí – Aquí existen diversos artefactos difíciles de comprender y tratamos de hallarle alguna utilidad.
En aquel salón había un ser similar al durmiente de las cavernas. Por lo que supo de Isaí, aquel ser estaba muerto pues estaba destrozado, había sido víctima de algún ataque. Describió al ser en todo sentido y culmino diciendo:
-       Su piel es de una sustancia distinta pues no ha sufrido ningún deterioro a pesar del tiempo  transcurrido.
-       Entonces, ¿este es uno de los seres maravillosos que habitaron nuestro mundo hace mucho tiempo? – Pregunto Darok.
-       No, este ser es diferente – Respondió Isaí.
-       ¿Entonces como saben si son o no son este tipo de seres? – Pregunto Sefir.
Isaí hizo una pausa, se notó su incomodidad ante tal pregunta, luego tras pensar un breve instante, respondió.
-       La verdad es que no lo sabemos, quizás puedan ser, quizás no.
Terminada esta conversación Isaí los condujo hacia el salón comedor. Donde dispusieron de deliciosos manjares. Luego volvieron al salón principal donde esperaron la reunión con el consejo de ancianos sabios.

Capítulo XII: El consejo de ancianos sabios.

Cuando hubo pasado el tiempo de espera, Se abrió la gran puerta del consejo de ancianos sabios. De allí salieron cinco ancianos sabios entre ellos Zenit y Enor. Fue Enor que cogió el hombro de Seki y dijo:
-       ¡Joven Seki, tenga la amabilidad de acompañarnos al salón del consejo y el entendimiento, donde el consejo de ancianos lo espera para escuchar su relato y responderá a algunas preguntas que le vamos a hacer!
Seki miro a Sefir y asintiendo con la cabeza empezó a caminar. Los demás lo siguieron, pero fueron detenidos por Enor quien les dijo a los demás.
-       Solo podrán acompañar al joven Seki hasta aquí,  El consejo de ancianos sabios, solo hablará con él.
Y diciendo esto dieron la espalda al grupo y prosiguieron su camino. Los demás acompañantes estaban confundidos, y Sefir dió un paso adelante y exclamó:
-       Seki te esperaremos aquí.
Una vez que se cerró la puerta, empezó la reunión. El grupo espero afuera preguntándose entre ellos ¿Por qué tanto misterio?¿Que sabe Seki, que los demás no saben?
Cuando por fin se abrió la puerta, Salió Rabah el sabio mayor y jefe del consejo de ancianos sabios a su derecha iba Seki, acompañado de un sequito de ancianos sabios, entre ellos Zenit y Enor. Todos los integrantes del grupo hicieron una reverencia. Luego el sabio mayor tomo la palabra y exclamó:
-       Hoy hemos aprendido muchas cosas del joven aquí presente, llamado Seki, hijo menor de Serik y Mirah, naturales de la aldea de Zenn. Él es la respuesta a muchas preguntas que hemos tenido por tanto tiempo.
Los integrantes del grupo entre ellos Sefir, se quedaron asombrados con tales palabras. Y no solo ellos, también algunos maestros y pupilos que estaban a la expectativa, se sorprendieron. Luego el sabio mayor agregó:
-       Por lo sabido y en vista de la luz que el despertar de nuevos conocimientos ayuden a este joven en alcanzar un mayor grado de entendimiento. Hemos creído conveniente que el joven Seki se quede con nosotros por un buen tiempo.
Sefir quien no podía creer lo que estaba pasando, preguntó:
-       ¿Y Seki, tu qué opinas? ¿Te quedarás aquí? O ¿Quieres volver a la aldea?
Hubo silencio por un momento, Seki se quedó pensando. Luego cogió la mano de su hermano Sefir diciéndole.
-       No te preocupes por mi hermano, aquí me necesitan tanto como en la aldea. Yo estaré bien, prometieron enseñarme más cosas, y cuidarme también. Además iré a visitarlos cada cierto tiempo.
A la mañana siguiente tras compartir los alimentos en el salón comedor. El grupo esta vez conformado por Zenit, Kaleb, Sefir y Darok, partieron rumbo a la aldea de Zenn, dejando atrás a Seki quien de ahora en adelante se quedaría en la aldea de Dann donde aprenderá muchas cosas más.

FIN
Autores: José Camacho C.
Ricardo Camacho H.


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