jueves, 20 de octubre de 2022

El joven pobre y el sabio (cuento)

En cierta oportunidad un joven pobre caminaba por la calle y se acercó a un grupo de gente que rodeaba a un hombre de avanzada edad que hablaba en publico y sus palabras resultaban interesantes. Aquel hombre parecía sincero, pues su mirada, su hablar y sus gestos daban la impresión de saber mucho acerca de la vida.

El joven se puso delante del gentío y dirigiéndose al sabio le preguntó:

- Maestro ¿Por que soy pobre?

El sabio miro alrededor. Todos los allí presentes prestaron atención a la pregunta del joven esperando la repuesta del sabio, El hombre hizo una pausa y contesto:

- No eres pobre joven, solo eres esclavo del dinero.

El rostro de aquel joven expresaba desconcierto, lo mismo que las personas presentes. Luego el sabio añadió:

- En realidad, en realidad todos nosotros nacimos pobres y morimos pobres.

- ¿Y la gente rica? - protesto el joven.

- Incluso la gente gente rica - respondió el sabio. luego añadió - A pesar de que halla nacido en un hogar pudiente, un rico nace desnudo, sin ropas finas y sin joyas. Al morir de igual manera. Así lo sepulten rodeado de oro, joyas y pedras preciosas, nada podrá llevarse consigo.

- Pero el dinero es útil maestro, con ello podemos comprar cosas - Afirmó el joven mientras la gente que los rodeaba asentía con la cabeza.

- Lo que pasa es que todos están convencidos de la utilidad del dinero. Nacen, viven y mueren por el dinero. 

Los espectadores se miraban unos a otros y aquel sabio continuó:

- Muchos trabajan duro, otros estudian para adquirir mas destrezas para desempeñar un trabajo que les permita adquirir mas dinero, otros emprenden una aventura en los negocios que si cumplen con ciertos requisitos, tendrán éxito de lo contrario caen y se quiebran. También los hay aquellos que rompen las reglas del juego del dinero hurtan, engañan o matan por el dinero.

- Es la ley de la vida maestro, unos ganan los otros pierden, es la ley del mas fuerte - volvió a interrumpir el joven.

Esta ultima afirmación pareció definitiva, pues era aceptada por todos los presentes, menos el sabio. Mirando a los presentes, y alzando la voz el sabio dijo.

- ¡Aun no he terminado señoras y señores! -  y dirigiéndose al joven agregó - ¿La ley de la vida dices? Eso es lo que enseñaron en la escuela. Permíteme decirte, la escuela te forma para que seas un elemento del juego del dinero, eres el peón que permite darle valor al dinero; pero hay otros que solo establecen las reglas para el uso del dinero, otros que solo necesitan producir mas dinero. Mientras que nosotros trabajamos para producir de verdad y darle valor al dinero hay otros que solo necesitan reproducir mas dinero, lo imprimen, lo distribuyen y aunque hagas lo que hagas nunca podrás tener mas que ellos.

Algunas sonrisas se apreciaron en las caras de la gente, otros alejándose del tumulto prosiguieron su camino.

- Aun no estamos listos - agregó el sabio - pues son pocos los que se dan cuenta de lo que esta pasando. El día que todos abran los ojos, este mundo podrá ser mejor. 

- Maestro, claro que lo entiendo, así como los presentes, pero si de un momento a otro el dinero perdiera su valor todo seria un caos.

- De eso te hablo joven amigo, todos son esclavos del dinero, pero lo peor de todo es que los grilletes de las cadenas no están sujetas en sus muñecas, ni en sus tobillos, sino en sus mentes.

FIN




lunes, 18 de julio de 2022

Orgullo Peruano (Poema)

 

Orgullo Peruano

(Autor: José Ricardo Camacho Hurtado)


I

Mantengamos en alto la frente,

Orgullosos de nuestro pasado,

Y tengamos siempre presente

Que ante nadie nos hemos doblegado.

 

II

Este orgullo de ser peruano es sagrado,

Pues por este bendito suelo

Muchos hombres se han sacrificado

Contra la opresión en feroz duelo

 

III

Nuestra libertad fue lograda,

Inició con un grito de rebelión,

Desde tierras cusqueñas liderada,

Por un cacique de esta región

 

IV

Túpac Amaru enciende la antorcha de libertad

Con sus ideas, nos guía

Por una nación que algún día

A la tiranía e injusticia despojaría

   

V

Su muerte no ha sido en vano

Otros su ejemplo seguirán

Hombre a hombre, mano a mano

Como hermanos lucharan

 

VI

El general Don José de San Martín,

Quién nuestra Independencia proclamó

La corriente libertadora del Sur lideró

Pero la lucha aun no llegaba a su fin

 

VII

Fue la corriente libertadora del norte

Liderada por el general Simón Bolívar

Sello el destino de medio continente

Tras dos batallas decisivas

 

VIII

La gesta Junín y Ayacucho

No solo refleja el orgullo peruano

Refleja a lo mucho

El orgullo sudamericano.

 

viernes, 1 de julio de 2022

OBRA TEATRAL “UN SABADO 28 DE JULIO”

Autor: Jose Camacho.

 Escena I: “Introducción y diálogo de señoras”

(El narrador hace su presencia, ante el público y narra el ambiente de donde se desarrollará la proclamación, luego cede su lugar a dos señoras quienes realizan una conversación.)


Reparto

Narrador

Señora 1

Señora 2

Extras:

Vendedores de pan, de pescado.

Trabajadores carpinteros del tabladillo (Tarima)

Pareja de transeuntes


Narrador : Distinguido público, hoy el aula del sexto grado les vamos a escenificar una historia, la historia de la Proclamación de nuestra independencia.

La mañana del sábado 28 de Julio de 1821, no era una mañana cualquiera, las huestes españolas habían abandonado la capital para atrincherarse en la sierra de nuestro país. La llegada del general Don José de San Martin, había suscitado gran conmoción entre las autoridades, gentes notables y el pueblo de la ciudad de Lima, la Ciudad de los Reyes.

(Dos señoras, entran en escena, ataviadas con trajes de época, pueden pasar al fondo otras personas como vendedores, gente transitando y  hombres trabajando sobre el tabladillo)

Señora1 : Tenga vuestra merced buenos días.

Señora2 : Buenos días, vuestra merced. Hay un aire de fiesta, y de alegría por todos lados.

Señora1 : (señalando el tabladillo) Así es, desde la noche de ayer han colocado un tabladillo frente a la plaza.

Señora2 : Desde que llegó el generalísimo, las autoridades han estado en reunión, tras reunión.

Señora1 : Bueno vecina vaya usted con Dios, que tengo que comprar pescado antes que se acabe.

(Las señoras se despiden y siguen su camino)


Escena II: “Ingreso del general San Martin ante la algarabía de la multitud”

(Nuevamente el narrador se presenta frente al escenario para redactar sus líneas, mientras que un grupo escenifica la llegada del general San Martin, con sus comandantes y autoridades del pueblo, siendo aclamados por la multitud)


Reparto

Narrador

San Martin

Soldados

Extras:

Multitud conformado por las señoras de la escena anterior, los trabajadores del tavladillo, los vendedores, y la pareja y otros mas.


Narrador : Y es que era así. Fue un 10 de Julio cuando el General Don José de San Martin, había hecho su ingreso en la ciudad de Lima, Quería hacerlo en secreto, pero su presencia fue advertida por los vecinos, quienes con gran algarabía fueron a recibirlo.

Multitud : ¡San Martin!, ¡San Martin!, ¡Viva el Perú!, ¡Viva Argentina que te vió nacer!, ¡Viva América unida!

(San Martin y su comitiva se desplazan a un lado del escenario donde hay una mesa, donde se desarrollará la siguiente escena)


Escena III: “Firma del Acta de Independencia”

(El narrador relata la escena de la firma del acta de independencia, a un costado están los personajes que harán de firmantes alrededor de una mesa y con la bandera creado por San Martin)


Reparto

Narrador

alcalde Conde de San Isidro

Arzobispo de las Heras

Abogado Manuel Pérez de Tudela

San Martin

Extras:

2 Caballeros de pie y soldados


Narrador : El 15 de Julio de  1821, en el local del cabildo se reunieron los vecinos notables de la ciudad, entre ellos el alcalde Conde de San Isidro junto con diez regidores, el arzobispo don José María de las Heras y miembros destacados de la sociedad como el abogado Manuel Pérez de Tudela, el redactor del acta. 

Conde de San Isidro : No hay tiempo que tardar la proclamación de independencia debe realizarse lo antes posible, de lo contrario los montoneros indios ingresarán a la ciudad.

Arzobispo de las Heras : Pues, hagámoslo cuanto antes vuestra merced, el virrey La Serna, está preparando un ejército para volver a contraatacar.

Manuel Pérez de Tudela : (lleva en mano unos documentos) Os traigo, el acta de independencia, para que os firmen al pie, con firme voluntad.

(El narrador interviene mientras, en el fondo los personajes hacen ademán de firmar el acta)

Narrador : El Acta de la Independencia, fue redactada por el abogado Manuel Pérez de Tudela. En ella contenía la voluntad popular de independizarse de España. En total firmaron esta acta 339 hombres de la ciudad, ese día.


Escena IV: “Proclamación de la independencia del Perú”

(La escena inicia, entre aplausos, con la multitud arengando, mientras que el general San Martin y el grupo del acta se desplazan desde la zona del cabildo hasta el tabladillo. El marqués de Montemira lleva la bandera)


Reparto

Narrador

San Martin

alcalde Conde de San Isidro

Arzobispo de las Heras

Abogado Manuel Pérez de Tudela


Extras:

Soldados abajo junto a la multitud

Multitud formado por ¿todos los extras de las escenas anteriores


Multitud : ¡Viva el Perú!, ¡Que Viva!, ¡Viva el Perú señores!, ¡Que Viva!, ¡Que Viva la independencia!, ¡Que Viva!

Narrador : Era la mañana del sábado 28 de Julio de 1821, como era natural por estas épocas el cielo limeño estaba nublado, pero no hacía mucho frio, al contrario, el ambiente limeño era cálido a pesar de la estación. Y es que aproximadamente 16 mil almas se habían convocado en la plaza de armas, para espectar este magno acontecimiento.

Conde de San Isidro : General, diríjase al pueblo que impaciente espera su proclama.

Marqués de Montemira : (Hacia San Martin, le entrega la bandera), Tenga vuestra merced, el estandarte patrio.

Arzobispo de las Heras : (Haciendo una bendición) Que el Señor Altísimo os bendiga.

 (El público calla y el general San Martin con la bandera en mano se pone al centro y al frente del tabladillo)

San Martin : "El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende. ¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!"

Multitud : (Entre aplausos) ¡Que Viva!

San Martin : ¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!"

Multitud : (Entre aplausos) ¡Que Viva!

Narrador : La misma ceremonia se repitió ese día, en la plazuela de La Merced y, luego, frente al Convento de los Descalzos, entre repiques de campanas y salvas de artillería. Y hubo una gran celebración durante todo el día. Pero no fue hasta el 9 de diciembre de 1824, en la Pampa de la Quinua, con la firma de la Capitulación de Ayacucho, donde este acto dió por consolidada ¡La Independencia del Perú!

Narrador : Gracias.

(Y todos los actores se acercan a escena a dar venias en agradecimiento)



Otros recursos a emplear
Coordinador de sonido
Coordinador de reparto
Coordinador de vestuario

Efectos de sonidos de:
Aplausos.
Campanadas.
Bullicio.
Bombardas y cohetes.
Música ambiental de época.
Sonios de carretas

laptop
Micrófonos inalambricos (3 como minimo)
parlantes
Tomacorriente y extension
Vestuario de epoca

jueves, 30 de junio de 2022

Tristitia (Sadness) Poem in English

Sadness


My childhood, which was sweet, calm, sad and alone,

slid on the peace of a remote village,

between the meek whisper with which a wave dies

and the painful ringing of an old bell.

 

The sea gave me the note of its melancholy;

the sky, the calm stillness of its beauty;

my mothers kisses, a sweet joy,

and the death of the sun, a vague sadness.

 

In the blue morning, on waking, I felt

the singing of the waves like a melody

and then the dense, scented blow of the sea,

and what it told me, still in my soul persists;

 

my father was reserved and my mother was sad

and joy no one knew how to teach me.


By Abraham Valdelomar 


Tristitia


 Mi infancia, que fue dulce, serena, triste y sola,

se deslizó en la paz de una aldea lejana,

entre el manso rumor con que muere una ola

y el tañer doloroso de una vieja campana.

 

Dábame el mar la nota de su melancolía;

el cielo, la serena quietud de su belleza;

los besos de mi madre, una dulce alegría,

y la muerte del sol, una vaga tristeza.


En la mañana azul, al despertar, sentía

el canto de las olas como una melodía

y luego el soplo denso, perfumado, del mar,

y lo que él me dijera, aún en mi alma persiste;


mi padre era callado y mi madre era triste

y la alegría nadie me la supo enseñar.


Los Heraldos Negros (The Black Heralds) Poem in English

The Black Heralds


There are blows in life, so powerful . . . I dont know!

Blows as from the hatred of God; as if facing them, 

the undertow of everything suffered

welled up in the soul . . . I dont know!


They are few; but they are . . . They open dark trenches

in the fiercest face... and in the strongest back.

Perhaps they are the colts of barbaric Attilas;

...or the black heralds sent to us by Death.


They are the deep falls of the Christs of the soul,

of some adored faith blasphemed by Destiny.

Those bloodstained blows are the crackling of

bread burning up at the oven door.


And man . . . Poor . . . poor! He turns his eyes, as

when a slap on the shoulder summons us;

turns his crazed eyes, and everything lived

wells up, like a pool of guilt, in his look.


There are blows in life, so powerful . . . I dont know!


By Cesar Vallejo.

Traducido por José Ricardo Camacho Hurtado


Los Heraldos Negros


Hay golpes en la vida, tan fuertes  ¡Yo no sé!

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma Yo no sé!


Son pocos; pero son Abren zanjas obscuras

en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

Serán talvez los potros de bárbaros atilas;

o los heraldos negros que nos manda la Muerte.


Son las caídas hondas de los Cristos del alma,

de alguna fe adorable que el Destino blasfema.

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones

de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.


Y el hombre Pobre pobre! Vuelve los ojos, como

cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;

vuelve los ojos locos, y todo lo vivido

se empoza, como charco de culpa, en la mirada.


Hay golpes en la vida, tan fuertes Yo no sé!


Por Cesar Vallejo



viernes, 3 de junio de 2022

La casona de adobe (Cuento)

El cielo se estaba oscureciendo, pues languidecía el día, y no encontraba trabajo. Mi mujer y yo habíamos salido a buscar trabajo, pues la situación en estos tiempos, ha dejado a algunos, al margen. Me habían pasado la información, de que a lo lejos, en una casona vieja, estaban buscando gente para trabajar. Entonces quise probar suerte.

Al entrar en aquel lugar, daba la impresión de ser una casona rústica, como de antaño; cuando las casas de esta zona eran de adobe, de paredes altas, y el piso de tierra. El olor a tierra húmeda podía percibirse en el ambiente, de luces tenues, con puertas grandes, y ventanas de madera, con barrotes de fierro.

Estaba sentado en una banca de madera, junto a otros hombres tan desafortunados como yo. Oraba silenciosamente, haciendo promesas, para que Dios me diese una oportunidad. Pedía perdón por mis errores. Todo lo hacia porque tenia una familia que mantener, y no es de hombres quedarse sin hacer nada. 

Nos encontrábamos en una especie de "salita" de espera, mejor dicho, una habitación que estaba al lado. de lo que al parecer era una taberna; pues detrás de la puerta de madera se oían voces de hombres que hablaban, reían, y brindaban en voz alta. Parecía el banquete de una fiesta.

Se abrió la puerta de esa habitación. Salían cuatro hombres. Tres de ellos eran altos, robustos, blancos de aspecto ibérico. El otro era un joven trigueño, de mediana estatura. con una mochila al hombro derecho. En su conversación el joven les dijo que se retiraba, y asi lo hizo. Salio por la puerta principal, hacia una especie de huerto, que daba a la calle. El mayor de los tres hombres hizo un ademán con la cabeza hacia los otros dos que lo flanqueaban, en señal de que escoltaran al visitante. Poco después volteó la mirada hacia nosotros que estábamos esperando impacientes.

- ¡Buenas noches caballeros. Han venido por la oferta de trabajo! ¡Pues bien, han llegado en un buen momento, puesto que tenemos trabajo!

Esas palabras me llenaron de alegría, por fin, trabajo, ya no mas deudas, ya no mas angustias, ahora podía hacer planes, ahorrar, poner un negocio, pero antes, comprar alimentos, disfrutar un momento, y darnos "un gustito" después de tanto tiempo. Es que no hay mal que dure cien años. Y así venían muchos proyectos a mi mente. Ese instante parecía eterno.

- A ver  ¿quién de ustedes es bueno para los cálculos? - preguntó aquel hombre, cuya voz grave vino a cortar de golpe mis sueños. Pero que importa, tenia otra vez trabajo, y aquel hombre parado frente a mi, lo había hecho posible.

Levanté la mano, mirándole fijamente a los ojos para no mostrar algún signo de debilidad, que lo obligue a desconfiar de mi.

- ¡Muy bien! - me dijo, luego añadió - ¡Los demás por favor pasen y suban para que les digan lo que van a hacer! - y mirándome fijamente a los ojos, prosiguió - ¡A usted le tengo que decir en que consiste el trabajo!.

Momentos antes, mientras esperábamos al dueño del lugar, oí la conversación de los que sentados a mi costado estaban, decían que uno de los trabajos, era con números y que no debían dudar. Entonces seguí estos consejos y trate de ser lo mas asertivo posible. 

- ¡Mira, por lo visto eres inteligente! Eso lo sé por tu forma de mirar, el trabajo para ti va a ser sencillo, solo vas a tener que escribir números. Yo de estas cosas no sé nada. - dijo en tono amigable. Su voz me inspiro confianza, ¿escribir números?, tal vez consistirá en llevar cuentas, registrar la contabilidad de su negocio - Mira mejor será que subas hasta el tercer piso, al fondo hay una biblioteca dile al joven que te proporcione los libros que vas a utilizar, luego vienes - Moví la cabeza en ademan afirmativo, y cruce la puerta.

No eran pisos, eran niveles, parecía que la casa estaba construida recostada en un cerro, no tenia escaleras solo unos desniveles de tierra. Tras la puerta no había una taberna, solo un gran salón en forma de L con mesas y sillas, cuyas divisiones del ambiente tripartito eran arcos.

Llegue al tercer nivel, allí había una escalera de piedra, con un pasadizo oscuro que conducía a una puerta abierta de donde salia una luz clara. Al llegar al lugar un joven que estaba allí me indicó que escogiera de un estante los libros que necesite. 

- ¿Que libro? - pregunte un poco contrariado.

- Escoge el que creas conveniente - me respondió. Los libros eran antiguos de tapa gruesa y hojas amarillas. Luego me acerco un pequeño libro abierto, y añadió, señalando con el indice una de las paginas - tal vez te interese esto - Pero no hice caso, cerré el pequeño libro, pues al parecer un diccionario no me seria de mucha utilidad.

Al regresar al primer nivel, pude percatarme que la supuesta taberna estaba vacía, también lo estuvo al subir, algo extraño, pero estaba entusiasmado con el empleo, que no me importó.

- El trabajo es sencillo, como te vuelvo a repetir, vas a escribir números. solo eso, la condición es que no debes dudar, pues las consecuencias no son nada agradables - Esta ultima oración me intrigo aun mas, tal vez aquel tipo no era muy inteligente que digamos y las palabras que decía, eran producto de su poca educación - Acompáñame al segundo piso - Me dijo, mientras caminábamos a traes del salón en forma de L. 

Al entrar al segundo nivel pude ver que dicha habitación no tenia muebles, de una de las paredes sobresalían unas molduras como de madera que parecían las patas de una res, uno, dos, tres, eran ocho patas en total, en ambos lados de cada pezuña había unas esferas que parecían de carey, si el carey ese material que servia para hacer los peines, botones de antaño, encima de la pezuña una moldura con forma de una reducida cabeza humana, dichas molduras rebasaban lo extravagante, abordando lo profano.

- ¿Ves esas esferas fijadas al piso? - me preguntó aquel hombre de voz grave.

- Si - le respondí.

- En esas esferas vas a escribir los números que calcules, lo harás todos los días, pero no debes dudar, ni demorar tampoco.

Aquellas palabras eran totalmente confusas, ¿escribir números allí?¿que números?¿como diablos los obtendría? Aquellas palabras me resultaban tan extrañas, mas que todo el lugar en si.

- No entiendo - interrumpí - ¿Que números debo escribir en esas esferas?.

-¿Es en serio? - respondió en tono burlón - Pensé que ya sabias hombre. Es sencillo, solo tienes que escribir los números que lleguen a tu mente.

Adopte una actitud sumisa, aquella actitud que adoptan los hombres que nada tienen, y a la vez tienen mucho que perder. Ali que cogí una pluma y un tintero y me agache sobre una de las molduras para iniciar aquel absurdo ejercicio, Total, trabajo es trabajo, y aquel hombre de voz grave es el que paga.

El hombre de voz grave abandonó la habitación, mientras que yo escribía números sin seguir algún patrón predeterminado. Hacia caso a las palabras de aquel hombre. El ambiente de aquella habitación iluminada con velas, despedía aquel inconfundible olor a tierra húmeda. Iba escribiendo por la cuarta moldura, cuando de pronto la duda se sumergió en mi mente. ¡Ningún numero se me ocurría! ¡Que extraño parecía!. En ese instante la habitación empezó a oscurecerse, las velas disminuían su brillo, el olor a tierra húmeda se hacia mas intenso, y el frío  empezó a invadir esa habitación. 

Con la mirada puesta hacia las velas, podía presenciar aquel espectáculo, propio de una pesadilla. Al volver la vista a las molduras para continuar el trabajo. Pude ver que las cabezas reducidas sobre las pezuñas, parecían cobrar vida. Esos pequeños rostros arrugados parecían hacer gestos, como si quisieran salir de aquella prisión que los mantenía fija. Me levanté rápidamente, con la pluma y el tintero en la mano. Aquel espectáculo no era normal.

Al bajar al primer nivel pude distinguir en la oscuridad la silueta de hombre de mediana estatura, al acercarme a aquel tipo, pude ver que se trataba de un hombre de unos cincuenta años, de tez trigueña, cabello corto y rizado, con anteojos de marco grueso. Aquel tipo hizo un ademan de saludo. No puedo negar que tenia miedo mezclado con perplejidad.

- ¿Qué está pasando amigo? - pregunto el tipo, estaba tranquilo. Su tono de voz, me dio calma, y respondí.

- Estaba escribiendo unos números en aquella habitación, solo demoré un instante y de pronto pasaron cosas extrañas - respondí con voz nerviosa, como si algo malo hubiera hecho.

- Dudaste amigo. Mira en estos casos no sirve dudar porque de lo contrario esa habitación se torna fea. Luego unos aparecidos te empiezan a perseguir.

¿Aparecidos?¿qué carajos habla este hombre?

Un frió sepulcral me rodeaba desde la espalda. Al girar pude ver un espectro que me dejó atónito, aquel ser estaba parado frente a mi con su mirada puesta en mi rostro.

- No lo mires de frente, si lo haces se vuelve violento - Me dijo el tipo de anteojos que estaba parado a mi costado.

Entonces desvié la mirada. Quería reparar todo. Me propuse volver a la habitación para terminar de escribir los números. Determinado hacerlo pude rodear al espectro y me dirigí a la puerta de la habitación subiendo por el desnivel de tierra. Al entrar en la habitación me desvanecí y perdí el conocimiento.

Desperté lentamente. Cuando recupere el conocimiento, pude darme cuenta de que estaba sentado en un rincón del salón en forma de L. Mi cabeza estaba apoyada sobre mis brazos, que cruzadas yacían sobre la mesa. Vi al hombre de voz grave que se acercaba a mi y me dijo:

- Te quedaste dormido amigo, es hora de comer. Imagino que debes tener mucha hambre, saca un plato y ve a la cocina para que te sirvan a tu gusto.

Todo era una pesadilla. Me había quedado dormido, pensé. Es que estaba cansado, tantos días de caminar, y comiendo poco. Pero que fea pesadilla.

En los tres ambientes de ese salón habían grandes mesas.  En uno de los ambientes se sentaba el hombre de voz grave, tenia dos acompañantes una a cada lado, eran delgadas, morenas, de piel canela, cabello largo y rizado de un color negro azabache. En otra de las mesas del segundo ambiente estaban los otros dos hombres altos también acompañados de mujeres morenas y delgadas. Al fondo había una mesa larga, alrededor de ella habían niños de unos seis o siete años, jugaban unos con otros. En la esquina próxima a mi estaba sentada una mujer delgada tez trigueña, cabello pintado de color caoba, con las cejas depiladas. Parecía ser la nana de los niños.

Me hice paso por el salón, rumbo a la habitación del segundo nivel. Quería saber si todo estaba como en mi pesadilla. Estaba caminando cuando de pronto una niña se puso de pies sobre una silla.

- Luego vienes para jugar,

Al dirigir la mirada hacia la niña. Pude ver que su rostro era de madera. Otra vez el estremecimiento ¿Será una máscara?. Volví de mis cavilaciones y respondí:

- Si luego jugaremos a la ronda del lobo.

- Que aburrido - respondió la niña.

Seguí mi camino. Y otra vez me puse a pensar. Será tal vez que aun no he salido de mi pesadilla. Este horrible sueño aun no termina.

Al llegar al segundo nivel. Todo parecía normal. De pronto una cara familiar. Era mi mujer que estaba allí en la cocina. Estaba muy contenta pues había conseguido trabajo de ayudante de cocina. Cerca a ella una mujer regordeta de cabellos canos, de unos sesenta años de edad. Las cocinas eran a leña, sobre las cocinas a todo fuego, sendas ollas de enorme tamaño. sobre la pared colgado de unos ganchos estaba la carne de cerdo, solo los torsos.

- ¿Donde están los platos? - pregunte a mi mujer.

- Allí arriba en el tercer piso - me respondió con esa linda sonrisa, que suele ella tener.

Subí al tercer nivel. No estaban el pasadizo ni la biblioteca. Era extraño. Sin embargo había otro ambiente que parecía una cocina. Había una mesa sobre la cual estaban apilados unos enormes platos. 

En el lugar había una joven señorita de unos quince o dieciséis años, con otra mujer de avanzada edad. La mujer se metió por una puerta hacia otro lugar. Le pregunté a la joven que platillo estaban cocinando. Ella me dijo que estaban sancochando carne, solo carne.

El olor era característico de la carne de cerdo, parecía chicharrón o jamón cocido. Me acerqué a la olla para ver y solo habían torsos. ¿Dónde estaban las cabezas, o las piernas?. 

La chica sacó un plato del montón y se dispuso a servir. Cuando sacó uno de los torsos de la olla, pude darme cuenta que la fisonomía de la pieza no era la de un cerdo. Puesta sobre la mesa, inspeccioné ese torso. Un espasmo aterrador invadió todo mi cuerpo. Era el torso de una persona. Todos esos torsos eran de personas. ¡Mierda! ¡Qué lugar es éste!.

- ¡Pronto! ¡salgamos de aquí! - Le dije a la joven. Ella soltó la pieza de carne y me siguió. 

Al llegar a la cocina me acerque a mi mujer, tomándola de la mano, le dije en voz baja, que saliéramos de ese lugar lo mas pronto posible. Ella contrariada no quería dejar el lugar. Le pedí que confiara en mi. Tal vez mi rostro de preocupación, la alertó.

Salimos de la cocina rumbo al salón tripartito en forma de L. Todos nos quedaron mirando. Avanzamos rápidamente hacia la puerta principal. El hombre de voz grave se acercó a nosotros y me preguntó:

- ¿A dónde van?¡Aún no se ha servido el banquete!

- ¡Surgió un imprevisto y nos tenemos que ir! - Le dije mientras seguíamos avanzando.

Mi mano asido fijamente a la mano de mi mujer. Cruzamos la puerta principal. La joven ya no estaba con nosotros. Ya en el huerto que daba a la calle, percibimos un olor a mierda. Ese hedor provenía del suelo de aquel lugar, que en realidad era un cementerio y no un huerto. En mi mente pude imaginar como el hombre de voz grave le hacia un ademan con la cabeza a sus dos guardias para que nos siguieran.

Llegados al pórtico. Este era una puerta de fierro de dos hojas, sin cerrojo. Hice que mi mujer cruzara hacia la calle, mientras que yo me quedaría para cuidar que nadie mas atravesara la puerta.

 Mi resolución era absoluta, no formaría parte del festín de esos demonios. Abracé con mi brazo izquierdo las hojas de aquel portón. Mi mujer no quería avanzar, quería quedarse conmigo.

- ¡Vete rápido! . le dije.

- ¡No por favor!¡Vámonos! - respondió suplicante.

- ¡Vete a la casa! ¡Nadie esta cuidando a nuestros hijos!

- Ella avanzó desesperada.

Al dar la vuelta pude ver a los dos hombres altos parados frente a mi. Tuve una extraña sensación de quietud. A pesar de que sus facciones se desfiguraban en horrendas caras, no me invadió el miedo. Al contrario, una inmensa ira surgía desde el fondo de mi corazón. Si este era el mal debía enfrentarlo.

Toda mi vida había sido jodida por estos extraños y mezquinos seres, que se deleitan con la miseria humana. Siempre habían sido penurias, enfermedad, pobreza, llantos, injusticia. Estaba cansado de todo eso. Recordé una vieja promesa que me hice: "Si alguna vez me encontrara cara a cara con el demonio, lo enfrentaría. Yo seria capaz de patearlo por toda la eternidad".

Pues bien fijé mis ojos de ira sobre esos seres. Y les dije:

- ¡Hasta aquí!, ¡No más! ¡Ahora me toca a mi!

De pronto, ya no eran enormes espectros fornidos. Al contrario, eran unos escuálidos engendros que huían despavoridos hacia la casona de adobe.

FIN

Seki y el secreto de las cavernas

Seki y el secreto de las cavernas (cuento) Capítulo I: El mundo de Seki El mundo de Seki es un mundo bello, lleno de vegetación ...